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Archive for octubre 2010



Las estrategias de las empresas para que uno gaste más y adquiera productos o servicios, que no necesariamente necesita en demasía, son tan variadas y su implementación es tan silenciosa que, como consumidores, no nos damos cuenta.

Un claro ejemplo es lo que hace  Cinépolis. Hasta hoy no me había dado cuenta (por que casi no compro ni palomitas ni bebidas cuando voy al cine) que esta empresa de entretenimiento ha implementado una forma ingeniosa y que no vulnera los derechos del consumidor [puntualizó], para hacer que pagues más y consumas más, aún cuando la intención de uno es pagar lo menos posible. Si de por si una entrada es cara, y se siente más en el caso de una familia, ahora, se le ha ocurrido cambiar el tamaño de las refrescos [reafirmó, apenas me percate].

Uno ni siquiera se da cuenta, pero Cinépolis, ahora ofrece el tamaño de refresco mediano como chico, el grande como mediano y el jumbo como grande. ¡Hágame usted el favor! Sí, tal como usted lo lee.


El pasado miércoles 20 de octubre, asistí a Plaza San Diego a ver “Bajo el mismo techo”, y como la entrada es más barata decidí comprar palomitas y un refresco, por supuesto, quise pagar lo menos posible, así que pedí tamaño chico, en ambos casos. Cuando estaban sirviendo el refresco, vi el tamaño del vaso y se me hizo muy grande. Pregunté que sí ese era el tamaño chico y el vendedor me confirmó que ese era. Pues lo tome junto con las palomitas.


Al estar ya sentado, justo para disfrutar de la película, empecé a leer el ticket y cual fue mi sorpresa, que el ticket decía que me habían vendido un refresco tamaño mediano, así que creyendo que me habían engañado, salí de la sala dispuesto a reclamar. Y lo hice. Sin embargo, descubrí una de las "estrategias" de Cinépolis, y no dudo que otros establecimientos más lo hagan, pues el ticket, aunque marcaba una debida mediana, realmente era una chica. ¡Vaya usted a creer semejante cosa!


Con todo derecho les dije que el ticket marcaba un tamaño distinto al que me habían vendido y los empleados solo dijeron que ahora era así, que el tamaño chico, el verdadero tamaño chico, que yo lo recuerdo muy bien –pero como dije, no compro palomitas y refresco, salvo algunas ocasiones- ya lo habían quitado y me explicaron esto de los nuevos tamaños.


Obviamente, furioso, les reclame. Les dije que entonces deberían modificar el sistema. No obstante, dijeron que así era y punto. Y para echarle más leña al fuego, les cuestione el porque no tenían  un letrero donde se viera el tamaño real, por que sí así fuera el caso, entonces hubiera decidido no comprar el refresco. La respuesta fue la misma, que así era, palabras más palabras menos.

Hacía tiempo que no compraba refresco y desde ahora, no creo volver a hacerlo. Lo que me queda claro, es que con más frecuencia las empresas diseñan estrategias "ingeniosas", determinando cuánto, qué, cómo, dónde y cuándo, hay que consumir. Nos están quitando la decisión de elegir, por lo que son ellas las que determinan los tamaños o las porciones, siempre de acuerdo a sus intereses, y nosotros, inconscientemente o por costumbre aceptamos a consumir lo que ellas quieren.

Aunque esta tendencia a crear productos jumbo y extra jumbo no es nueva, pues muchas empresas lo han hecho desde hace años, algo es definitivo, cada vez que compres algo, consumirás más y pagarás más, como en el caso que les expuse. No nos sorprenda que después el tamaño del refresco, que hoy es chico -pero que antes era mediano- desaparezca y el refresco que hoy es mediano –pero que antes era grande- se convierta en el nuevo tamaño chico.

Por : Alejandro Anotzin

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La vida [opino] es circo, embrollo, carnaval. La vida [mascullo] es disipación, relajo, fiesta. En efecto: serpentinas de cosquillas y esparcimiento; esferas, rulo, toboganes de diversión.

Pero también [señalo] gracias al fino reacomodo de las telas que la conforman, la vida puede tornarse insoportable, tediosa, aburrida. “¡Ah, la vida!”, exclamamos agotados. “¡Maldita vida!”, peroramos furiosos. Por que la vida [subrayo] es imperfecta. Por que la vida, tal y como lo señala el poeta, no vale nada. Por eso cuando se estaciona (cosa que hace constantemente y de heterogéneas maneras), la vida [arguyo] nos invita a salir, nos exige el movimiento, nos implora, insistente y presurosa, el trayecto. Por eso cuando la vida se detiene es preciso cambiar de aires, virar, modificar el rumbo. Por eso [digo yo] cuando la vida se estanca nos apresuramos a viajar aunque existen, ciertamente, diversas formas de hacerlo.

Parece [o mejor dicho: me parece] que el viajero es un constructor de sí mismo, alguien que en el transporte de manda crecimiento y creación. Generalmente [creo] su relación con el entorno es inmediata, práctica, afectiva. Incluso cuando sólo se concibe a sí mismo como un observador, como un mirón, corta la distancia, actúa. Nunca se conforma con la pura contemplación o con el vistazo desinteresado del paisaje: tiene que prenderlo, darle una vuelta de tuerca, maniobrar. El viajero camina, pisa fuerte, corre, descansa, retoza, se apodera del espacio, siente la lluvia, calienta su trémulo cuerpo con el sol.

Es un hombre [apunto] hecho a la medida de las cosas, no de las circunstancias. Tiene siempre la sensación de ir hacia delante, de explorar nuevas rutas, de descubrir nuevos senderos que, tarde o temprano, formarán parte de su personalidad. El viajero combate, disfruta, no tiene patria por que su patria es el mundo: es un cosmopolita algo así como un Weltfreund presto a guarecerse en cualquier rincón. No es un perseguido [recalco] es un perseguidor. No es un acosado sino un acosador. No discute sin conocer, no habla por hablar: esta siempre más allá de las opiniones de la mayoría. No es víctima (no puede serlo), por que está en constante agitación. Aquí o allá: cualquier lugar es bueno para aprender, para continuar, para seguir con vida.

Por: Lobssang Castañeda
Estracto del original




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