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Cuando los segundos golpean fuerte sobre la mente quizás sea por que las emociones quieren escapar de uno, quieren llegar a un lugar que no acabamos de explorar y donde intentamos quedarnos indefinidamente.

Cuando los segundos parecen horas, los abrazos son más cercanos, más calidos, pero tan rápidos que no acabamos de deleitarnos debido a la torpeza y ansiedad que nos inundan.

Cuando los segundos van dejando marcas en la piel y en otras partes que desconocemos, no quisiera saber si se quedarán ahí para siempre, solamente pediría una marca más para sentirla y tener la certeza de que algo existe o existió.

Cuando los segundos rompen violentamente el silencio dibujando sonidos fantásticos y colores en el firmamento, es posible que en mis ojos se quede un haz luminoso que me recuerde que así fue.

Pero cuando comprendes que los segundos no son más que sentimientos buscándose, los segundos ya nunca más son largos ni absortos, ni melancólicos; pues un segundo siempre va tras otro segundo, y al final llegan a marcar las doce.  


Por: Alejandro Anotzin

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