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Seguramente nadie, quien haya vivido de cerca el holocausto, hubiera pensado que los campos de concentración, aquellos donde se cometieron tremendas horrorosidades, se convertirían en un punto de atracción décadas más tarde o que la cárcel de Phnom Penh en Camboya, donde se dice que 17 mil prisioneros murieron por tortura, ahora sea un Museo que al recorrerlo te oprime el pecho y te arranca un gesto de impotencia.

Pues en efecto, estos y otros lugares son un gran imán de  viajeros “extremos”, la nueva [aunque ni tan nueva, de hecho] tendencia de viajar; y a pesar de los ejemplos que les puedo mencionar, hay muchos más, y recordemos, cada quien se forma su opinión.

Empecemos con uno de los desastres naturales de Italia. En el año 79, la erupción del Vesubio provocó que gruesas capas de ceniza cubrieran las ciudades de Pompeya –la más famosa-  y Herculano. Miles de personas perecieron por la asfixia. Muchos años después de su descubrimiento, pero muchos más, Pompeya, recobró su vitalidad y  bullicioso, gracias a los miles  de turistas que la visitan.

Platicando con amigos que han podido recorrer sus estrechas calles y visto con sus propios ojos los cuerpos de los pompeyanos petrificados,  tras una cadena de “no pase”, me doy cuenta que resulta imposible abstraerse de este tipo de lugares. Imposible no estudiarlo. Imposible no verlos y preguntarse qué fue lo que habrán sentido. Sin miramientos, los turistas [consumidores] se toman la fotografía del recuerdo.

Otro acontecimiento de dimensiones incalculables fue Chernobil. Accidente nuclear sin precedente, acontecido en el año de 1986, nos dejó  un fantasma que continúa presente en las consecuencias de miles de personas que estuvieron expuestas a la radiación. Sin embargo, el año pasado volvió a la agenda internacional tras el anuncio del Ministro de Emergencias de Ucrania, Viktor Baloga, sobre las visitas guiadas que las operadoras  turísticas podrán ofrecer a los visitantes [consumidores]. Y aunque habrá muchos que ya recorrieron clandestinamente Chernobil, ya se preparan rutas autorizadas.

La Zona de Exclusión, como se le conoce al área afectada, tendrá una nueva explosión, pero de ojos curiosos, habidos de conocer el lugar, recorrerlo, mirarlo, respirarlo y por supuesto, tomarse la fotografía del recuerdo. ¡Hagan maletas!

Acercándonos más al tiempo actual, en la última década, los actos terroristas que terminaron con la vida de cientos de inocentes que se encontraban en la Torres Gemelas de New York (2001), vino a confirmar desde un punto de vista [digo yo] sociológico, que el ser humano es propenso a caer en la garras de la morbosidad. 
Después del luto que se guardo por los familiares de las personas fallecidas y los homenajes oficiales, la Zona Cero se convirtió en un hervidero de visitantes que, inevitablemente, querían ver los restos de lo que representó por mucho tiempo el poder económico de los Estados Unidos. Con palabras simples, burdas y llanas, el “gran hoyo”, se convirtió en una atracción más en las rutas del turibus.

He de suponer, que algunos visitantes [consumidores] emitían una exclamación de asombro, de impotencia, de tristeza, incluso alguna lagrima; pero siendo seres humanos,  a los muchos [imagino atrevidamente], simplemente les provocó un “wow” o un “no manches”, traducido en todos los idiomas, por supuesto.

Hoy día, año 2011, con un pueblo estadounidense recuperado y con nuevos bríos, la construcción de la Torre de la Libertad -One World Trade Center- resulta ser una de las atracciones más visitadas y más aludidas en los relatos de los viajeros que han regresado a sus lugares de origen. Y ni que decir de lo que representará su inauguración en el 2013, fecha en la que todos los afortunados que estén por allá, querrán  tomarse la fotografía del recuerdo.

Ahora bien, ¿por qué sentimos esa atracción a lugares de este tipo? ¿Es inevitable tomarnos la fotografía? ¿Lo hacemos porque es simplemente parte del viaje, de nuestra experiencia o por qué tendremos de que hablar cuando regresemos? ¿Entendemos y sentimos realmente lo que  pasó ahí?

A mi parecer, y desde mi particular punto de vista, ciudades que han sufrido algún suceso extraordinario, negativo o positivo, inevitablemente son puntos de interés. Cada quien tendrá su opinión sobre sí es moral o una burla tomarse esa foto y sonreír, teniendo como fondo los restos de un hecho trágico. Cada quien sabrá como tomar esa experiencia ubicada en su nuevo contexto pero con una historia detrás. Cada quién pondrá limites a su irreverencia y falta de respeto al pisar estos sitios. Y habrá muchos que saldrán de ahí con nuevos valores y con una perspectiva diferente de  la naturaleza del ser humano. Sé comprenderán un poco más a sí mismo.

En fin, moda o no, son parte de la oferta turística, que deja buenos dividendos para todo el círculo económico del turismo. Y como diría el dicho, si la vida te da limones…pues has limonada [con mal sabor de boca al principio, pero que $eguro se quita], no creen.

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