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Archive for abril 2011



Caminar por la Calzada Zavaleta puede resultar una aventura. En mi experiencia, y lo podrán confirmar los expertos en urbanismo, es una avenida que no está hecha para los peatones. La razón de mi aseveración es simple y comprobable.

Desde que uno empieza a caminar poco antes de la puerta de acceso del Fraccionamiento Concepción la Cruz, la banqueta del lado derecho es mínima hasta llegar a la primera plaza  (Plaza Comercial, que por cierto, tampoco deja banqueta). Al llegar a la esquina   con  Camino Real a Cholula, de un lado esta Linfolab, quien ha hecho del paso peatonal estacionamiento en batería y  del otro lado Blockbuster, con una banqueta maltrecha que apenas se percibe.

Quieren más ejemplos, pues sigamos. Farmacias Guadalajara, la tienda Decoré y los negocios que están a su lado, Tintorería Presto y sus vecinos, el edificio donde se ubican el Restaurante los Manteles y Obento Sushi, el Oxxo al lado de la gasolinera, el Almorzero y sus vecinos de nieves y de ahí todos los que siguen hasta llegar al semáforo. Todos, todos, utilizan la baqueta como un estacionamiento sin fin, sin la mínima preocupación de los peatones [consumidores], que los habemos y muchos.

Haber mencionado los nombres de los negocios  es con la finalidad, única y exclusiva, para que las personas que nos leen, visualicen y ubiquen de qué les habló. Quiero pensar que todos los que se han instalado en la Calzada Zavaleta, también son víctimas [aunque tengo mis dudas] de la mala planeación urbana de la Administración Municipal que corresponda, ya que no podemos culpar al actual, ni al anterior, ni al anterior gobierno.

Lo cierto que es que tenemos una avenida muy comercial, donde se instalan franquicias y nuevos negocios sin contar con un estacionamiento como debe, infringiendo la ley [creo yo] al pintar sus rayas amarillas sobre la misma banqueta para indicar cajones de aparcamiento… bueno… aunque debo decir que algunos sí cuentan con algunos espacios, pero para medios coches o de la marca “smart”.  Y también hay que decir, que otros negocios  sí dejan banqueta, aunque por lo angosta que es, solo puede andar una persona.

Pues bien, sea culpa del gobierno por no  haber ejecutado un  plan maestro de urbanización o de los propietarios de los negocios por “agandallarse” sin más el paso peatonal, la ciudad está llena de vialidades como la Calzada Zavaleta. Otro ejemplo, la 31 poniente- oriente. ¡O me dejarán mentir!

El “robo” de las banquetas para estacionamiento, es solo uno de los problemas que enfrentan los peatones al caminar las calles, ni que hablar de los automóviles que se estacionan enfrente de los paraderos y en consecuencia el autobús no tiene donde estacionarse o el poco respeto que tienen los conductores del volante [me refiero a todos] de la señalización vial.

En fin, tal parece que muchas -las más importantes- calles de Puebla no están hechas para los peatones. Lo que toca, y lo que esperamos como ciudadanos, es que empiece a haber un orden  en este tipo de temas que por su naturaleza, es lo último que ve un gobierno municipal; sin embargo, hay que recordar que la movilidad urbana en una ciudad, también es parte importante de la calidad de vida de sus habitantes [consumidores]. 

¡Imagínense!  Una ciudad donde no haya banquetas para caminar por que los negocios las han utilizado para estacionamiento en batería.

Ahora bien, la propuesta empieza con el reconocimiento de las autoridades de que deben hacer algo, de los ciudadanos de exigir que se respeten los espacios y de los negocios, de no trasgredir lo que a todas luces, es violatorio de la ley [digo yo]. Hacer algo no es nada del otro mundo, sin embargo, [estoy seguro] pasaran algunas administraciones más para que se tomen cartas en el asunto y por lo mientras, pues  los invito a recorrer  la  “Gran Vía Peatonal”, en patines, en bicicleta o caminando. 
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Seguramente nadie, quien haya vivido de cerca el holocausto, hubiera pensado que los campos de concentración, aquellos donde se cometieron tremendas horrorosidades, se convertirían en un punto de atracción décadas más tarde o que la cárcel de Phnom Penh en Camboya, donde se dice que 17 mil prisioneros murieron por tortura, ahora sea un Museo que al recorrerlo te oprime el pecho y te arranca un gesto de impotencia.

Pues en efecto, estos y otros lugares son un gran imán de  viajeros “extremos”, la nueva [aunque ni tan nueva, de hecho] tendencia de viajar; y a pesar de los ejemplos que les puedo mencionar, hay muchos más, y recordemos, cada quien se forma su opinión.

Empecemos con uno de los desastres naturales de Italia. En el año 79, la erupción del Vesubio provocó que gruesas capas de ceniza cubrieran las ciudades de Pompeya –la más famosa-  y Herculano. Miles de personas perecieron por la asfixia. Muchos años después de su descubrimiento, pero muchos más, Pompeya, recobró su vitalidad y  bullicioso, gracias a los miles  de turistas que la visitan.

Platicando con amigos que han podido recorrer sus estrechas calles y visto con sus propios ojos los cuerpos de los pompeyanos petrificados,  tras una cadena de “no pase”, me doy cuenta que resulta imposible abstraerse de este tipo de lugares. Imposible no estudiarlo. Imposible no verlos y preguntarse qué fue lo que habrán sentido. Sin miramientos, los turistas [consumidores] se toman la fotografía del recuerdo.

Otro acontecimiento de dimensiones incalculables fue Chernobil. Accidente nuclear sin precedente, acontecido en el año de 1986, nos dejó  un fantasma que continúa presente en las consecuencias de miles de personas que estuvieron expuestas a la radiación. Sin embargo, el año pasado volvió a la agenda internacional tras el anuncio del Ministro de Emergencias de Ucrania, Viktor Baloga, sobre las visitas guiadas que las operadoras  turísticas podrán ofrecer a los visitantes [consumidores]. Y aunque habrá muchos que ya recorrieron clandestinamente Chernobil, ya se preparan rutas autorizadas.

La Zona de Exclusión, como se le conoce al área afectada, tendrá una nueva explosión, pero de ojos curiosos, habidos de conocer el lugar, recorrerlo, mirarlo, respirarlo y por supuesto, tomarse la fotografía del recuerdo. ¡Hagan maletas!

Acercándonos más al tiempo actual, en la última década, los actos terroristas que terminaron con la vida de cientos de inocentes que se encontraban en la Torres Gemelas de New York (2001), vino a confirmar desde un punto de vista [digo yo] sociológico, que el ser humano es propenso a caer en la garras de la morbosidad. 
Después del luto que se guardo por los familiares de las personas fallecidas y los homenajes oficiales, la Zona Cero se convirtió en un hervidero de visitantes que, inevitablemente, querían ver los restos de lo que representó por mucho tiempo el poder económico de los Estados Unidos. Con palabras simples, burdas y llanas, el “gran hoyo”, se convirtió en una atracción más en las rutas del turibus.

He de suponer, que algunos visitantes [consumidores] emitían una exclamación de asombro, de impotencia, de tristeza, incluso alguna lagrima; pero siendo seres humanos,  a los muchos [imagino atrevidamente], simplemente les provocó un “wow” o un “no manches”, traducido en todos los idiomas, por supuesto.

Hoy día, año 2011, con un pueblo estadounidense recuperado y con nuevos bríos, la construcción de la Torre de la Libertad -One World Trade Center- resulta ser una de las atracciones más visitadas y más aludidas en los relatos de los viajeros que han regresado a sus lugares de origen. Y ni que decir de lo que representará su inauguración en el 2013, fecha en la que todos los afortunados que estén por allá, querrán  tomarse la fotografía del recuerdo.

Ahora bien, ¿por qué sentimos esa atracción a lugares de este tipo? ¿Es inevitable tomarnos la fotografía? ¿Lo hacemos porque es simplemente parte del viaje, de nuestra experiencia o por qué tendremos de que hablar cuando regresemos? ¿Entendemos y sentimos realmente lo que  pasó ahí?

A mi parecer, y desde mi particular punto de vista, ciudades que han sufrido algún suceso extraordinario, negativo o positivo, inevitablemente son puntos de interés. Cada quien tendrá su opinión sobre sí es moral o una burla tomarse esa foto y sonreír, teniendo como fondo los restos de un hecho trágico. Cada quien sabrá como tomar esa experiencia ubicada en su nuevo contexto pero con una historia detrás. Cada quién pondrá limites a su irreverencia y falta de respeto al pisar estos sitios. Y habrá muchos que saldrán de ahí con nuevos valores y con una perspectiva diferente de  la naturaleza del ser humano. Sé comprenderán un poco más a sí mismo.

En fin, moda o no, son parte de la oferta turística, que deja buenos dividendos para todo el círculo económico del turismo. Y como diría el dicho, si la vida te da limones…pues has limonada [con mal sabor de boca al principio, pero que $eguro se quita], no creen.

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 “Joven arrollado por el tren, pierde las piernas”, esta ha sido la noticia difundida en el noticiero del pueblo. La señora que reportó el accidente, comentó que el jóven no escuchó que venía el tren por que tenía los audífonos puestos, y lógico es pensar, que el volúmen era suficientemente fuerte para no percatarse del sonido tan peculiar que emite este bolido de acero.

Mas allá de la tragedía que resultó para el joven, misma que sentimos debido a todo lo que lleva consigo para la familia, debemos reflexionar el hecho desde varios puntos de vista, y usted será el que decida cual tiene mayor peso o cual tiene mayor relevancia social para los ciudadanos.  

Desde que el “Walkman” hizó su aparición a finales de los 70’s,  brindó  a los individuos [consumidores] la posibilidad de asilarse en su propio mundo bajo las notas músicales de su preferencia. Poseer uno de estos aparatos, nos  proporcionaba la sensación de ir caminando a la par de los nuevos tiempos, al lado del futuro. Y hoy,  lo sigue haciendo, nada más que ahora le llamamos Ipod o en el caso más popular, lo tenemos integrado al celular.

Escuchar música con el Ipod o con el celular, se ha vuelto un hábito [de consumo]  muy común. Llendo al trabajo, caminando en la calle, mientras corremos, a la hora de la comida, en una conferencia aburrida…en fin. De igual manera, el número de personas que lo hacen [siento], va en aumento, y me doy cuenta de ello cuando en un autobus de 30 pasajeros, al menos, seis personas llevan audífonos.

Percatarme del incremento  de personas que usan  audífonos, en primer lugar me habla de una tendencia social, que de manera académica [digo yo] nos habla del asilamiento que desean los individuos  aún estando en un lugar público o de manera sencilla, para los que viajamos en autobus, simplemente nos molesta las rolas del chofer.  Sin duda, puede ser motivo de estudio, pero lo más relevante, a mi parecer, no es este hecho lo que nos debe preocupar, sino el problema de salud que podemos tener como sociedad.

Lo anterior lo digo por que cuando utilizamos aúdífonos, perdemos la noción de que tan fuerte estamos escuchando la música. Me ha ocurrido algunas veces, que la persona que viene a mi lado en un transporte público escucha su Ipod tan alto que hasta dos asientos más adelante la pueden oir. ¡Imáginense!, que tan alto está el volúmen para que los demás puedan disfrutar de su música también.

En mi caso particular, he de decir que durante tres años utilice  audífonos para escuchar  noticias en mi radio portátil, en promedio, cuatro horas diarias, y llegó el punto en que el volúmen  no me era suficiente. Este hecho, aunado a que a veces no escuchaba con claridad cuando me hablaban, fueron los focos rojos, pero bien rojos,  que me dijeron que algo andaba mal. Deje de utilizarlos.

Ahora bien, multipliquen mi caso por los cientos o miles de poblanos [consumdiores] que vienen haciendo uso de audífonos para sus aparatos reproductores, sin darse cuenta todavía de esta situación o que a lo mejor ya saben, pero que les vale un sorbete.

¿Qué piensan acerca del jóven que perdió las piernas esta mañana, por estar escuchando  su música con los audífonos? ¿Falta de cuidado?. Esta tragedia sin duda también plantea que el uso de audífonos al caminar, en bicicleta o automovil, es un distractor que nos afecta directamente.  

Por todo lo expuesto, creo que no es cuestión menor, pues lo que nos hace falta en México, es  CULTURA DE LA PREVENCIÓN en todos los sentidos y en todos los ámbitos. Algunos diran que  tal vez ando exagerando al visualizar un escenario social,  hipotético y extremo, como los vertidos por José Saramago  en algunos de sus libros [que he de confesar, me gustan]; sin embargo, creo firmemente que  poner este tema sobre el escenario es un paso en la PREVENCIÓN de un posible [no imposible, ni lejano] problema de salud.

Por otro lado, hay problemas más graves en la sociedad que requieren atención, de ello no tengo la menor duda, sin embargo, el hacer uso del transporte público diariamente, escuchar rock o salsa del pasajero de lado, caminar por las calles y darme cuenta que muchos andan en su mundo mágico cómico musical o que  la tecnología da pasos gigantes para ofrecernos los más ultraligeros aparatos reproductores, me hace pensar que no estamos alejados del futuro.
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